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Cómo conjugar mente, cerebro e inteligencia

Foto del escritor: Sapere AudeSapere Aude

El desarrollo de las neurociencias ha hecho que cada vez tengamos un conocimiento más preciso acerca de la naturaleza y las funciones del cerebro humano, y de sus patologías. Sabemos qué partes del cerebro se activan según la acción cognitiva que se realice y las neurociencias han aportado explicaciones que fundamentan desde el punto de vista antropológico la unidad sustancial del ser humano. 

Para algunos, cualquier acción humana es una operación no sólo de la mente sino también del cuerpo. Sin embargo, para otros las operaciones más ‘espirituales’ serán sólo del cerebro y las explicaciones de esas operaciones serán solamente cerebrales. 

Así pues, hay dos respuestas a la posible relación entre mente-cerebro, o bien un dualismo en el que separa lo material de lo espiritual o bien un monismo en el que se reduce todo a pura materia o a puro espíritu. Teniendo en cuenta de todas formas que muchas veces se hace compatible el dualismo con el monismo. 

Es fácil considerar al hombre como una unidad de dos principios que actúan como una unidad porque, fruto del conocimiento espontáneo que tenemos del hombre, vemos que es algo más que su cuerpo ya que realiza actividades espirituales que no pueden provenir sólo de la materia y que por su carácter espiritual el alma no muere, sino que sobrevive al cuerpo.  

En cambio, cuando es un dualismo más radical se identifica el hombre con su alma y se concibe el alma como encerrada en un cuerpo. En este sentido está el dualismo cartesiano en el que el cuerpo es considerado como una máquina autónoma que está regido por las leyes de la naturaleza y dirigido por la mente.  O el dualismo de Popper y Eccles como una respuesta a las posturas más materialistas. Estos consideran que los procesos mentales no se reducen sólo a los mecanismos cerebrales. 

En el caso de Popper defenderá la existencia de tres mundos reales porque considera que es ‘real’ a todo lo que pueda actuar causalmente o interactuar con cosas materiales cotidianas. El mundo uno es el que está formado por los objetos físicos, el mundo dos es el de las experiencias subjetivas como afectos, estados de conciencia, etc. y el mundo tres es el constituido por el conjunto de productos de la mente humana como historias, teorías científicas, etc. Este mundo puede parecer que no es real, pero para él lo es porque puede interactuar e influir al mundo uno, o directamente o a través del mundo dos. 

Eccles va a distinguir desde una perspectiva más neurofisiológica una distinción entre la mente y el cerebro y lo argumentará con algunas consideraciones. 

Por un lado, dirá que el cerebro tiene una actividad más de recepción de datos y en cambio la mente realiza una actividad de percepción consciente.  Afirmará que la mente autoconsciente es la que dirige la acción neuronal. Aunque hay que entender que la mente no es la que piensa sino el sujeto, es el hombre el que piensa con el cerebro, el cerebro es un instrumento necesario para pensar, es un órgano del hombre no es el pensamiento mismo. 

La mente y el cerebro no realizan las actividades de modo simultáneo, sino que cuando una persona percibe algo conscientemente necesita un tiempo para la recepción de esos datos sensibles hasta que se convierte en consciente. Así que podemos concluir que son entidades diversas pero que interactúan entre sí

Una postura próxima al dualismo es el paralelismo psicofísico. Esta postura consiste en ver esa relación entre lo mental y lo físico como una relación de ‘coordinación’. Los actos mentales tienen un correlato físico (neurológico) por lo que también pueden recibir una descripción neurológica. 

Las posturas monistas son los que reducen los dos elementos a uno solo. Aunque ha existido en otros momentos el monismo espiritualista de Berkeley en el que las acciones del cuerpo eran consideradas manifestaciones del espíritu los monistas son materialistas y reducen todo a procesos materiales

Está el monismo fisicalista que es aquel que considera que todos los actos mentales pueden explicarse como si se trataran de un proceso neuronal

Y el funcionalismo, llamado así porque afirman que los estados mentales del cerebro son semejantes al funcionamiento de un ordenador. Habría que objetar que es difícil reducir la autoconciencia y la intencionalidad a una información de un ordenador y además, aunque efectivamente nuestra mente tiene una función que es la de calcular no es la única operación que realiza. 

También se encuentra el emergentismo de Bunge que es materialista y defiende que tanto la mente como sus actos provienen de un único principio. Es materialista porque identifica mente y cerebro y se llama ‘emergentista’ porque dirá que del cerebro emerge lo mental. También los rasgos de la vida y de la conciencia ‘emergerían’ desde una complejidad química. Esta postura se podría reducir al fisicalismo materialista. 

Se distingue del emergentismo de Searle que se opondrá a que todo quede reducido a un principio materialista y no permanezca la subjetividad. Según él el cerebro causa los fenómenos mentales pero la conciencia, la subjetividad son cualidades subjetivas reales. Opina que la neurología por ahora no logra explicar bien cómo el cerebro ‘causa’ la conciencia siendo este evento real y de naturaleza biológica. 

Como se ve es fácil caer en extremos y reduccionismos o espiritualistas ingenuos o materialistas. El modo más convincente a mi parecer es la postura integracionista de Aristóteles en la que defiende que es posible considerar el hombre como una unidad psicosomática y a la vez reconocer que la inteligencia tiene una naturaleza espiritual.    

En general se está más o menos de acuerdo en cómo es la parte más sensible del ser humano, pero uno de los temas que más han preocupado a lo largo de la filosofía es demostrar si realmente la inteligencia humana tiene propiedades espirituales y no materiales. Para rebatir a aquellos que abogan por una tesis materialista e identifican el pensar de la actividad cerebral nos podemos apoyar en algunos hechos de experiencia que reflejan la trascendencia de la inteligencia. 

El primero es que el sujeto humano a diferencia del animal es autoconsciente y autorreflexivo porque la inteligencia nos permite descubrirnos en este mundo, volvernos sobre nosotros mismos. Esta reflexividad es la conciencia y no se da en los sentidos. 

El otro es que la inteligencia puede crecer de modo ilimitado sin embargo si sólo existiera el cerebro como una realidad material no podría ubicar la inteligencia porque lo material es limitado en el espacio y tiempo. 

Y el tercero es que con la inteligencia podemos conocer desde cosas ficticias a cosas negativas e ideas universales sin embargo con la realidad material no porque ni es universal, ni irreal ni negativa, sino que está determinada a poseer una propiedad concreta excluyendo su contrario; por eso no se puede reducir la inteligencia a algo material. 

Podemos concluir que si hay un mayor conocimiento del ser humano en todas sus facultades, una profundización sobre su naturaleza, basada en la unión sustancial cuerpo y alma y en una naturaleza creada por Dios es más fácil que el hombre actúe según su naturaleza y su vida sea más plena en todos los distintos campos, en su relación con los demás, en su sexualidad, en la realización de la cultura. En cambio, cómo lo contrario a esa plenitud, el hombre se empobrece cuando se reduce su naturaleza a algunas de sus dimensiones o bien la biológica o bien la espiritual. Cuando cae en un individualismo, en un amor egoísta del otro y cuando no tiene límites en el uso de la ciencia. 

Dependerá de nuestra concepción del ser humano que actuaremos de una manera u otra, educaremos de un modo o de otro, trabajaremos o bien usaremos la técnica con un límite u otro. Todo tiene su fundamento en qué es el hombre, cuál es su naturaleza, cuál es la relación del cuerpo y de su psique, y cuál es su función en el mundo. 


 
 
 

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