
Sócrates tiene una conversación con Polo, un alumno de Gorgias, y le dice "el mayor mal es cometer injusticia” a lo que le pregunta Polo “¿tú preferirías recibir la injusticia a cometerla?” y Sócrates le contesta “No quisiera ni lo uno ni lo otro; pero si fuera necesario cometerla o sufrirla, preferiría sufrirla a cometerla” (Gorgias, 469 b-c).
Para Polo la vida de un tirano que puede gobernar su vida, hacer lo que quiere, aunque a veces tenga que cometer injusticias hacia los ciudadanos es la que realmente produce felicidad y no la de una persona que sufre la injusticia. Una vez más vemos cómo el concepto de libertad está mal interpretado y nos dejamos llevar por espejismos de falsa libertad. Para Polo, al igual que para muchas personas, ahora será feliz el que hace lo que le da la gana, el que impone el poder sin trabas, el que vive bien y sin embargo, el virtuoso es un amargado, el que sirve a la sociedad y es fiel a su mujer, a pesar de ir contracorriente, es un dominado y un esclavo de ella.
Muchas veces vemos muy claro que como sistema de gobierno sería nefasto una tiranía, pero mientras nos comportemos como tiranos en nuestra vida personal no llegaremos de fondo a conocer por qué puede hacer tanto daño un gobernante que funcione así.
La tiranía que resultaría una privación de derechos y libertades para los ciudadanos podría ser fruto de una mentalidad hedonista y materialista sin límite de ningún tipo. Ya que si nos acostumbramos a dar rienda suelta a nuestros apetitos, a nuestros caprichos, a nuestros pareceres es fácil que el gobernante de un país quiera hacer lo mismo cuando llegue al poder. En ese momento, si ha vivido siempre buscando su propio provecho personal en su vida privada, ¿será capaz de dominarse, de pensar en los demás, de ser virtuoso, de decir la verdad, de trabajar conjuntamente para conocer esa verdad y para mejorar la sociedad en todos los ámbitos?
Cuidado con lo que pensamos y vivimos ahora porque estamos labrando el futuro de nuestra nación, sociedad y el de nuestros hijos.
La conversación con Calicles que ocupa más de un tercio del diálogo, nos transmite que este personaje es una persona oscura, es contemporánea porque los temas de los que habla son propios del siglo XX y XXI.
Se desvela un tema muy actual de si las leyes nos oprimen porque no dejan que funcionemos a nuestras anchas. Cuando se dice que la ley tiene que ir a favor de la naturaleza la gente entiende que la naturaleza son los instintos, lo que realmente apetece al ser humano, que las leyes por lo tanto no sean demasiado exigentes, que no haya demasiadas, que sean tolerantes y que dejen hacer.
Calicles lo manifiesta de la siguiente manera “yo creo que, si llegara a haber un hombre con índole apropiada, sacudiría, quebraría y esquivaría todo esto, y pisoteando nuestros escritos, engaños, encantamientos y todas las leyes contrarias a la naturaleza, se sublevaría y se mostraría dueño este nuestro esclavo, y entonces resplandecería la justicia de la naturaleza” (Gorgias, 482 c- 484 a).
En esa época ya ocurría lo que ocurre ahora mismo que hay un conocimiento falso de lo que es naturaleza. No podemos entender que la naturaleza de la persona no tenga límites, “el hombre no es causa absoluta de sí mismo” como diría Sartre. El hombre tiene unos límites metafísicos, morales, sociales etc. que nos guían como hombres para una mayor perfección. El hombre tiene que guiarse por la ley moral natural y también las leyes positivas tienen que respetarla.
Calicles con estas frases se está refiriendo al superhombre de Nietzsche, ese que es capaz de vivir sin moral, sin racionalidad, sin Dios. Solo satisfaciendo nuestros propios instintos naturales no podemos convivir serenamente y felices.
Calicles, además, ridiculiza el filosofar de Sócrates y dice “está muy bien ocuparse de la filosofía en la medida en que sirve para la educación, y no es desdoro filosofar mientras se es joven; pero, si cuando uno es ya hombre de edad aún filosofa, el hecho resulta ridículo, Sócrates, y yo experimento la misma impresión ante los que filosofan que ante los que pronuncian mal y juguetean.” (Gorgias, 484 c-485 d).
Claramente Platón hace una crítica al relativismo y pragmatismo de los necios sofistas que no ven la necesidad de la filosofía, más bien les molesta. Sin embargo, la filosofía es complementaria a la retórica. Hace posible la buena retórica que también menciona Sócrates al final de la obra. Cuando se tiene en cuenta la filosofía en la retórica el fin no justifica los medios, se respeta la naturaleza humana, se respeta la dignidad de la persona, se tiene un compromiso con la verdad y se la toma en serio.
La retórica cuando va de la mano de la filosofía llega más lejos y sirve para mucho. Sirve para decir bien aquello que realmente vale la pena decir, se está seguro de lo que se dice, puedes comunicar de forma atractiva tus principios y decirlo con un decoro y un cuidado en la forma, que tiene un carácter seductor.
La búsqueda de la verdad es costosa, pero hay que ir dando pasos hacia ese encuentro con ella, no sólo hay que tener una búsqueda activa, sino que cuando parece que la vislumbramos mínimamente hay que ir comunicándola, con respeto, con atractivo y sin violentar o imponer a los demás.
Es importante la personalidad que se refleja en la retórica usada, se transmite la persona que hay detrás y el modo de vivir y esto es lo que más convence, no solo persuade sino convence.
Intentemos que nuestra retórica refleje una persona equilibrada, serena, segura y fiable que suscite confiabilidad por su grado de comunicación y que no esté al vaivén de lo que opinen los demás y de las circunstancias, sino que es dueño de sí misma.
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