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Propuesta en la cultura futura en la tecnología y en la ecología

Foto del escritor: Sapere AudeSapere Aude


Una de las expresiones más inspiradoras es la que evoca el filósofo Karl Marx en su obra la Tesis de Feuerbach “los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. 

En este ensayo me gustaría reflexionar cómo la cultura tiene un gran papel para transformar el mundo y cómo puede ayudar a mejorarlo. Para saber hacia dónde vamos es importante hacer un buen análisis de la cultura actual, para saber de dónde partimos y para atinar en las propuestas para un mejor desarrollo cultural en todos los ámbitos en general, aunque me centraré sobre todo en los ámbitos de la tecnología y la ecología

Como posibles descripciones de cómo las culturas han evolucionado y cómo funcionan actualmente podríamos citar entre otras las que expone Jacinto Choza en su obra Filosofía de la cultura (2013, p. 35). Por un lado, es indudable que estamos en una sociedad multicultural y global, el ser humano es capaz de entenderse de modo más completo que antes, tenemos más acceso a la explicación de nuestros orígenes biológicos y mentales, sabemos cuál es nuestra esencia. Por otro lado, el avanzado uso del lenguaje y del logos nos sirve como herramientas privilegiadas para comprender la realidad y para encontrar este camino que proponemos hacia el progreso humano y por ende el hombre es capaz de adaptarse y encontrar soluciones creativas a estos desafíos que se enfrenta. Convivimos con acelerados cambios tecnológicos fruto de una ciencia innovadora y empoderada. 

Evidentemente gracias a las nuevas tecnologías es una realidad que la sociedad está mucho mejor comunicada que hace unos años, vive en una comunicación global, rápida e inmediata. El poder de la tecnología ha transformado la economía y la ciencia y ha dado lugar a un nuevo paradigma, una nueva visión de la vida. En muchos sentidos hemos salido ganando, pero hay que tener muy claro cuáles son los riesgos que conllevan cuando no se usa responsablemente o sin tener en cuenta un respeto hacia la naturaleza en general y al ser humano. 

La tecnología también está muy vinculada a la ecología. El ser humano vive en una tierra que ha sido heredada para su buen dominio y para que la transformemos para el mayor perfeccionamiento del ser humano. Si hacemos un mal uso de las tecnologías porque no se tenga a la persona como en el centro de las culturas, sino que lo único que se quiera alcanzar es una mayor productividad difícilmente seremos acertados en las decisiones ecológicas que realicemos

La tecnología en sí misma es ciega éticamente, sin embargo, es muy importante que el sujeto que la utilice realmente tenga claro los límites éticos para respetar la dignidad de la persona humana y la integridad de la propia naturaleza. 

Para abordar estos desafíos culturales del futuro y guiar la evolución hacia objetivos éticos y valiosos podemos asomarnos a la tradición iusnaturalista actualizada en la época contemporánea. Tanto la encíclica de Laudato si como la de Fratella Tutti del Papa Francisco nos pueden ayudar a enmarcar las líneas de trabajo. 

Jesús Ballesteros en su obra El futuro del derecho como lucha contra la idolatría tecnológica sugiere que el derecho tiene un papel importante en el futuro para que el ser humano no se vea amenazado por el poder incontrolable de la tecnología en distintos campos. En la aparición de una nueva era ecológica: el Antropoceno, en las finanzas frente a la especulación y el fraude fiscal, el bioderecho frente al riesgo transhumanista, el derecho a la intimidad y la no manipulación frente a GAF (Google, Amazon, Facebook). 

Efectivamente el derecho es una buena herramienta racional para proteger a la persona humana, pero para que no se caiga en un enfoque ético demasiado principalista sugiero que se vuelva a revalorizar el derecho natural universal y el respeto de la ley natural como base del derecho positivo. Tenemos ya suficiente experiencia como para ver que no todo lo que es posible tecnológica o científicamente es conveniente que se realice.  Cuando no se cuida este derecho es fácil caer en un relativismo cultural en el que predomine una ética utilitarista y el fin justifique los medios. 

El ser humano en esas culturas es fácil que esté relegado a otros intereses utilitaristas como el bienestar del individuo sin tener en cuenta los derechos de los demás, o bien a intereses económicos en el que el ser humano se convierte en un ser productivo.   

Tal y como dirá D’Agostino en Il diritto come problema teologico (1993) la evolución de las culturas debe ayudar a que los derechos humanos se lean por un lado acogiendo las exigencias personales y por otro lado las comunitarias. 

En definitiva, propongo que se haga un estudio sincero de la naturaleza del hombre partiendo de la experiencia y la realidad y no de ideologías o teorías reduccionistas para que nos demos cuenta de que no se hace un favor al hombre cuando se propone como la opción científica más avanzada, la de eliminar los “defectos” de él como es el dolor, el envejecimiento, incluso la mortalidad con una propuesta cultural posthumanista o de superación de la raza humana. Cuidado porque con esta propuesta se elimina su humanidad, su naturaleza, su perfección como ser humano y por tanto su felicidad.   


 
 
 

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