Educación del carácter en la era digital: hacia una formación con base antropológica sólida
- Sapere Aude
- 19 ago
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En el contexto educativo contemporáneo, marcado por la acelerada evolución tecnológica y la complejidad cultural, la educación del carácter se plantea como una necesidad ineludible para formar personas honestas y comprometidas con el bien común. Aunque tradicionalmente se ha priorizado la dimensión intelectual o emocional del alumnado, ningún educador pretende formar personas malas, deshonestas o violentas. Sin embargo, a pesar del acuerdo general sobre la importancia de educar para el bien, existe una falta de estrategias educativas que guíen a docentes y familias hacia ese fin común. Por esta razón, se propone la educación del carácter como un camino necesario para formar a los alumnos en el ideal de ser buena persona, teniendo claro que no todas las formas de ser pueden considerarse igualmente buenas, y por lo tanto, no todas deberían ser objetivo de la educación.
Mi postura es una crítica a las actuales escuelas del carácter, muchas de las cuales operan desde marcos psicológicos o pedagógicos que carecen de una base filosófica sólida. En lugar de centrarse en técnicas de modificación de conducta, es necesario recuperar una antropología trascendental que fundamente la acción educativa en una visión global y sistémica del ser humano, orientada a su crecimiento personal, libertad y apertura a la trascendencia. Como advierten Ahedo, Fuentes y Caro (2020), aunque actualmente la educación del carácter parece estar “de moda”, existe el riesgo de que esta importancia sea pasajera, “especialmente si se reduce a una moda pedagógica más y no se entiende su profundidad filosófica y antropológica”.
La experiencia personal está condicionada por factores que no siempre controlamos (Kristjánsson, 2020). Así, “la identidad personal está determinada no solo por decisiones individuales y experiencias, sino también por un marco antropológico común que forma parte de la condición humana y que no depende de nuestra voluntad” (Fuentes y Sánchez-Pérez, 2020, p. 17), el cual debe orientar toda acción educativa en la formación del carácter.
Este proceso educativo, sin embargo, no ocurre en un vacío, sino dentro de un ecosistema sociotecnológico cada vez más complejo. Las nuevas tecnologías han transformado radicalmente los contextos en los que se desarrolla el carácter, afectando no solo los contenidos educativos, sino también las dinámicas relacionales y el acceso a la información. De ahí que surja la necesidad de una nueva alfabetización digital que incorpore el cultivo de virtudes éticas adaptadas a esta nueva realidad. Tal como recoge la UNESCO (2011), la alfabetización digital no solo implica el uso técnico de tecnologías, sino también una comprensión crítica de los medios, el acceso responsable a la información y una participación cívica informada.
Educar el carácter hoy requiere atender al impacto de internet, la inteligencia artificial y las redes sociales, que no solo facilitan la comunicación y el acceso a la información, sino que también moldean profundamente la forma en que los jóvenes se relacionan consigo mismos, con los demás y con el mundo. Bajo este prisma, cobran especial relevancia una serie de virtudes que pueden y deben ser cultivadas durante la adolescencia en el contexto educativo.
De las virtudes intelectuales destacan el pensamiento crítico, la curiosidad y la búsqueda de la verdad. Estas perfeccionan las capacidades racionales del ser humano, como el pensamiento, la reflexión y el conocimiento de la realidad y resultan imprescindibles para evitar la manipulación ideológica o la dependencia de modas. Como advierten Fuentes y Sánchez-Pérez (2020), “sin virtudes intelectuales existe un alto riesgo de ser manipulados por otros [...] y encontrarán motivación en las modas del momento o en los intereses de quienes se encuentran en el poder”. Por ello, el pensamiento crítico se convierte en una virtud fundamental para formar alumnos capaces de tomar decisiones con autonomía.
En este sentido, el auge de herramientas basadas en inteligencia artificial, como ChatGPT, plantea nuevos desafíos. Aunque permiten agilizar muchos procesos de aprendizaje, también pueden debilitar competencias clave como la capacidad de síntesis, el razonamiento profundo o la conexión entre ideas. Además, el acceso inmediato a respuestas no siempre garantiza que la información sea fiable o verificada, lo que hace aún más urgente formar en pensamiento crítico y responsabilidad intelectual. Esta virtud no solo ayuda a filtrar lo que se recibe, sino a adoptar una actitud activa ante el conocimiento, evitando caer en la pasividad tecnológica.
Igualmente, importantes son las virtudes cívicas, entendidas como el compromiso activo con el bien común. Frente al individualismo promovido por ciertos usos de la tecnología, la educación debe fomentar una ciudadanía global, que permita a los estudiantes comprender la interdependencia humana global y asumir responsabilidades más allá de sus contextos inmediatos como acciones solidarias en la ciudad y proyectos de servicio o aprendizaje-servicio.
Además, en esta era digital adquieren nuevo significado virtudes clásicas como el honor y el pudor. El honor, entendido en clave aristotélica como “la tendencia a reconocer el mérito y aspirar al reconocimiento social” (Polo, 2016), mantiene su vigencia en fenómenos actuales como la reputación online. El ciberodio o el ciberacoso, al atentar contra esta virtud, deterioran tanto la dignidad de la víctima como la integridad moral del agresor. La educación del carácter debe, por tanto, incluir una enseñanza explícita sobre la identidad digital y sus consecuencias éticas. En palabras de la Guía del Instituto Nacional de Tecnologías de la Comunicación (2012, p. 12), construir una identidad digital sólida “ya no es opcional, es un acto de pura responsabilidad”.
El pudor, por su parte, es otra virtud social profundamente actual, aunque frecuentemente malinterpretada. Errázuriz (2005) sostiene que el pudor “no debe reducirse a una construcción cultural”, ya que forma parte de la naturaleza humana. Scheler (2004) distingue entre pudor y vergüenza, aclarando que el primero implica “una protección activa del espacio íntimo”, ligada a la autoconciencia personal. En un contexto donde los jóvenes comparten contenido íntimo como parte de su socialización digital, esta virtud se revela esencial para el cuidado de la identidad y la autorregulación.
En definitiva, la educación del carácter en la actualidad no puede limitarse a métodos conductuales ni a intervenciones descontextualizadas. Exige un enfoque integral, basado en una antropología sólida que reconozca la naturaleza del ser humano, su apertura al bien y su capacidad de trascendencia. Esta visión debe articularse con la realidad digital en la que viven los estudiantes, promoviendo virtudes que les permitan vivir éticamente en un mundo interconectado. Solo así se podrá superar la fragilidad antropológica de ciertas propuestas actuales, recuperando el sentido profundo de educar: formar personas verdaderamente buenas.
Referencias bibliográficas:
Ahedo, J., Fuentes, J. L., y Caro, C. (2020). Educar el caracter de nuestros estudiantes: reflexiones y propuestas para la escuela actual. Narcea Ediciones. https://elibro.net/es/lc/villanueva/titulos/170325
Errázuriz, C. J. (2005). El pudor en la sexualidad humana como bien jurídico de la coexistencia interpersonal. Fidelium Iura, 15, 115–134.
Fuentes, J. L., y Sánchez-Pérez, Y. (2020). La educación del carácter ¿Qué es y cómo puede articularse en la actualidad? . In Educar el carácter de nuestros estudiantes: Reflexiones y propuestas para la escuela actual (pp. 15–29). Narcea.
Instituto Nacional de Tecnologías de la Comunicación (INTECO). (2012). Guía para usuarios: identidad digital y reputación online. http://www.av-asesores.com/ upload/590.PDF.
Kristjánsson. (2020). Flourishing as the aim of education: A neo-Aristotelian view. Routledge.
Polo, L. (2016). Quién es el hombre. Un espíritu en el tiempo. In Obras Completas, Serie A: Vol. X. Eunsa.
Scheler, M. (2004). Sobre el pudor y el sentimiento de vergüenza (Sígueme).
UNESCO. (2011). Alfabetización Mediática e Informacional. Curriculum para profesores. http://Www.Unesco.Org/New/Es/Communication-and-Information/Resources/ Publications-and-Communication-Materials/Publications/Full-List/Media-and- Information-Literacy-Curriculum-for-Teachers/.
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