
En el modo de conocer del hombre se refleja con claridad nuestra unidad corpórea-espiritual porque cuando conocemos algo nos servimos de todo nuestro ser para aprehenderlo mejor.
Un ejemplo de esto es que cuando se quiere conocer mejor a una persona porque ha habido un inicio de asombro o de admiración por ella y se quiere por lo tanto profundizar más en esa relación, utilizamos todo nuestro ser para conocerla mejor. No se menosprecia nada de lo que somos, se usan los sentidos para estar más cerca de ella, para escucharla, mirarla mejor, pero además se usa la razón para enjuiciar cómo es, para valorar su amistad, para pensar si realmente te hace mejor, más feliz, en definitiva, si esa relación tiene futuro o no.
Otro ejemplo lo tendríamos en cómo el científico Newton se sirvió de todo su ser, fue necesario el conocimiento sensible y el racional y no escatimó ninguno de los dos, para llegar a la teoría de la gravitación universal.
Podríamos entonces concluir que, fruto de la experiencia personal humana de cada uno y lejos de la teoría especulativa más dogmática que real de los racionalistas o empiristas, cuando se trata de conocer algo con entidad usamos todo lo que somos, todo nuestro potencial, nuestros sentidos, nuestra razón y todo nuestro rico mundo interior con sus emociones, sentimientos, etc.
Es tan valiosa esta unidad sensoracional del hombre que cuando quieres a alguien, el modo de conocerle, es a través del corazón, como centro de esta unidad. Lo que nos impulsa a conocer algo o alguien es el amor y gracias a este amor conocemos con mucha más hondura que si conocemos solo con la razón o con los sentidos; es decir, como cuando conocemos prejuzgando a esa persona, haciendo un cálculo frío de ella o bien dejándonos llevar solo por la apariencia externa. Sólo el amor nos ayuda a conocer las cosas como son. El interés sincero y la pasión por conocer más sobre eso nos hacen cabalgar en el conocimiento y atinar en el juicio.
Para que podamos caer en la cuenta de la grandeza de lo que es el conocimiento nos podemos fijar en algunas de las características de éste. Su inmanencia, su infinitud y su inmaterialidad. Es decir, cuando conocemos algo o alguien eso queda aprehendido dentro de nosotros de modo inmaterial. Por eso podemos decir que nos enriquece tanto conocer algo o a alguien porque nos perfecciona. En nuestro interior se queda una participación de la perfección de cada ente, que por ser lo que es ya es querido como bueno. El hombre tiene esta capacidad natural que es querer conocer más y mejor la realidad.
Al ser inmaterial no hay un límite físico para decir basta, podemos conocer de modo infinito; como se dice “el saber no ocupa lugar”. A través del conocimiento vislumbramos la infinitud del ser humano que siempre desea conocer más sin cansarse porque quiere aproximarse a la verdad. Ese es su deseo porque es parte de su naturaleza y lo necesita para sentirse en plenitud.
No a todos les interesa llegar al término del proceso que es la verdad, sino que prefieren acomodarse en la verosimilitud o en la apariencia; como dice Platón en el Fedro “algunos caen en las conjeturas de la opinión”. En cambio, cuando se ha hecho un esfuerzo por alcanzar un esbozo de verdad, de lo que realmente es la verdadera bondad, la verdadera belleza o el verdadero amor ya no se necesita más que el recuerdo y la nostalgia de volver ahí, a la verdadera felicidad para luchar realmente por adquirirla. No es tan fácil a partir de ese momento que se beba de cualquier charca por el camino, sino que se espera volver a beber de la fuente de la verdad, aunque sea más costosa y comprometida.
El amor por lo tanto es lo que nos impulsa a un nuevo conocimiento, y el conocimiento es lo que nos hace realmente libres; sin ánimo de caer en el intelectualismo moral socrático es una realidad que el amor y por lo tanto el saber, nos ayuda a decidir, a actuar y a ser mejor. Tenemos más posibilidades de elegir moralmente bien cuando queremos y conocemos algo.
La sociedad aun sin saberlo, tiene sed de conocimiento verdadero y racional, para realmente actuar con acierto y libertad. Qué razón tenía Ortega y Gasset cuando hacía ver a la minoría selecta de esa sociedad la responsabilidad de que aporte ideas profundas, llenas de rigor, y actitud crítica para que la masa tenga cada vez más convicciones firmes para orientar su vida.
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