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El prisma de mi vida: la filialidad

Foto del escritor: Sapere AudeSapere Aude

Tal y como dice Unamuno en Cómo hacer una novela, “la filosofía de la historia es la reflexión que cada individuo hace de lo que le sucede”. Eso es lo que voy a hacer en este escrito, una reflexión de lo que es mi vida y de lo que es la historia de mi vida.


En mi caso, al igual que decía Unamuno, el sentido de la vida tiene mucho que ver con el descubrimiento de mi filialidad. Mi vida está engranada en una pertenencia como hija de Dios e hija de mis padres. Qué fuerza da formar parte de esa familia humana y divina. El sentido de mi vida lo encuentro desde ese prisma. Soy HIJA. Soy fruto de un pensamiento amoroso de Dios y de una relación amorosa de mis padres y desde ese marco anclo mi vida.


¿Mi vida sigue siendo un pensamiento de Dios? Creo que sí, porque continuamente noto su presencia en la soledad de mi conciencia que dirige mi mano para que escriba recto a pesar de que haya renglones torcidos. Cada día tengo una página en blanco que lleno de sueños que se hacen vida. Él me ayuda a soñar los sueños que sabe que me hacen feliz y a la vez me da fortaleza y energía para hacerlos realidad. ¿Qué es la vida sino sentir un empuje para hacer realidad lo que sueñas? La vida sin sueños tampoco se entiende porque el deseo es lo más humano, sin deseos no concibo mi vida. Deseos de eternidad por encima de todo, porque noto que mi voluntad tiene un anhelo de infinitud, pero además esa eternidad se concreta en el día a día mil veces; en muchos momentos cuando quiero hacer algo por amor a alguien. El AMOR es el motor de mi vida y es lo que configura mis deseos y sueños.


El amor me hace sentir mi condición humana eterna, en los momentos que soy más consciente de ese amor recibido o ese amor que entrego.

Unida a esa filialidad anclo mi vida en la interdependencia de los demás a través del amor y de la amistad. Qué gran sentido de la vida da un amor grande que hace que te reconozcas y tengas fuerzas para vivir y entregarte como un regalo o un don que merece ser regalado a los demás.

Como os decía, lo primero y más importante son los deseos y los sueños de cómo quieras vivir y luego la lucha por la vida para realizarlos. Luchar para que el caballo de la libertad no se me desboque demasiado al libre albedrío y realmente mantenga un equilibrio entre los dos caballos platónicos, el blanco y el negro, y sepa guiar como buen auriga ese carro, de modo que sepa disfrutar de la vida y logre ser feliz. Eso no es posible si no es por una lucha conmigo misma por no dejar que mi condición tienda a lo horizontal sino a lo vertical o trascendental.


Nuestra vida no es unilateral, nuestra condición física es importante y necesaria y la debemos mimar, y a la vez nuestra condición espiritual que da luz a esa otra vida física. Cuerpo y alma, bendita unión que nos hace ser hombres felices. No somos ángeles y lo agradecemos, pero tampoco somos bestias y no queremos estar al vaivén de nuestros instintos. Quiero sentir que tengo un “yo” que late con fuerza ante el misterio insondable del amor, de la libertad y de la eternidad y a la vez está contenido en un cuerpo frágil pero que tantas alegrías me da al sentir esa trascendencia en mi cuerpo. Qué pena si no pudiera sentir en mi carne un beso o un abrazo de alguien que me quiere o el calor en el cuerpo de un rayo de sol o la mirada de una amiga que siempre estará ahí.

¿Cómo me gustaría vivir? Comprometida con la verdad, la verdad que hay detrás de mi vida, de la realidad, de la vida de los demás. Pelear por conocerla y darla a conocer. Es un buen reto de vida. Qué razón tenía Sócrates cuando dijo “veritas liberat nobis” -la verdad os hará libres-. Cuanto más conozcamos este mundo más libres seremos, cuanto más conozcamos nuestra trascendencia más libres seremos, cuanto más conozcamos en qué consiste nuestra filialidad más libres seremos, cuanto más sepamos de ese amor y esa amistad más libres seremos.

Cada instante, cada momento de mi vida es un nuevo nacimiento para mi actuar, para mi ser, es una nueva oportunidad de vivir y concretar esa filialidad y ese ensueño de eternidad.



 
 
 

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