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“El Superhombre nietzscheano como causa del ser robot”

Foto del escritor: Sapere AudeSapere Aude


Esta vez voy a ahondar en el concepto de naturaleza humana para ayudar a discernir mejor los límites de la investigación científica y a evitar los abusos que está habiendo por parte de la ciencia y de la tecnociencia en la naturaleza y en la persona humana. 

Para poder definir cuál es la naturaleza humana haremos un recorrido histórico del concepto, pero el que más me convence es el de Aristóteles porque su obra filosófica es considerada una de las obras con más sentido común.


Aristóteles definía la naturaleza humana teniendo en cuenta tres aspectos: animal, social y espiritual con sus consecuencias respectivas. Si consideramos nuestra animalidad seremos más conscientes de nuestra vulnerabilidad, si somos sociales seremos más dependientes de los demás, y si consideramos nuestra espiritualidad pondremos el énfasis en la autonomía del ser humano; se integran los tres aspectos en la persona. 


El concepto de naturaleza humana expuesto coincide con las corrientes naturalistas moderadas al igual que la tradición aristotélica, pero discrepo de las más radicales, que consideran la naturaleza humana sólo desde el punto de vista animal. Creemos que hay una naturaleza humana configurada por nuestra animalidad y por eso el estudio de las ciencias naturales tiene un papel destacable en la comprensión del ser humano, pero al estar integrada esa dimensión con las otras dos no se puede prescindir para su análisis de otros saberes científicos o no. 


De ahí vamos deduciendo que el ser humano no es un animal más y tampoco es un robot. Aunque las máquinas simulen algunos comportamientos humanos es excesivo igualar el ser humano con la máquina. La técnica siempre ha estado acompañada por el ser humano y la tecnociencia ha ido mejorando la vida humana de las personas. Esto es algo plausible siempre que no rebase su libertad y el hombre pueda seleccionar cuáles son las nuevas aplicaciones tecnológicas que pueden mejorar su vida sin que le conviertan en un ser artificial o en una especie andrógina. Esto no sería posible sin tener un concepto claro de la naturaleza humana. 


Por eso es tan necesario que la ciencia conozca sus límites y coopere con otros saberes para que realmente entre todos haya una mayor realización del ser humano. 

Aunque durante mucho tiempo se ha negado la existencia de naturaleza humana ahora está más en auge. Los motivos podrían ser dos, por un lado, porque al analizar la conveniencia de la intervención de la técnica en el ser humano se ha tenido que establecer cuáles eran sus límites, y es indudable que no es posible establecerlo sin hablar de naturaleza humana y por otro lado porque se ha naturalizado la filosofía. En definitiva, se tiene una especie de “concepción naturalista de la naturaleza humana” (Mosterín, 2006, o.c., 23).  


De esta forma el estudio de la naturaleza ha pasado de ser estudiada por la antropología a serlo por la filosofía de la naturaleza. 

En la época antigua no se discutió el concepto de naturaleza humana, considerada ésta una esencia del ser humano, Aristóteles además insistió en su animalidad junto con la dimensión social y espiritual y por eso se dice que tenía una noción naturalista moderada de la naturaleza humana. 

En la época medieval se cristianizó este concepto, considerando a Dios el creador de ésta. Pero ya en la época moderna se niega por parte de varias corrientes. En su lugar, se considera que la persona es causa absoluta de sí misma por una autodeterminación de la libertad como podría defender Fichte con su idealismo o bien Marx con el materialismo. Éste defenderá que la naturaleza es consolidada por las relaciones bilaterales de producción.


A mitad del siglo XX se extendieron dos corrientes que la niegan, tanto el conductismo en psicología como el existencialismo, sin embargo, la extensión de la naturalización de la filosofía hizo que se relevara su protagonismo. 

El concepto de la naturalización de la naturaleza humana que inició Aristóteles lo desarrolló el filósofo empirista Hume de modo más radical. Con su Tratado sobre la naturaleza humana defendía el método inductivo, “cuando se realicen y comparen juiciosamente experimentos de esta clase, podremos esperar establecer sobre ellos una ciencia que no será inferior en certeza, y que será muy superior en utilidad, a cualquier otra que caiga bajo la comprensión del hombre”. (Hume, 1988, o.c., 41)


Esta ciencia defendida por Hume es lo que provocó que las leyes de Newton fueran aplicadas al estudio de la naturaleza humana y de modo implícito al estudio de la moral. 

La ansiada certeza científica que se inició ahí es el germen de lo que puede ocurrir en un futuro, que es la propia destrucción del ser humano y que deje sinsentido la propia ciencia natural que es fruto del uso de la libertad y la razón humana. 

Si naturalizamos el estudio de la moral reducimos la moral a algo que pueda estudiarse bajo un método normativo y evaluativo y por lo tanto podemos llegar a reducir ontológicamente a la razón y a la libertad y a la larga caer en un emotivismo y un irracionalismo. Ya decía Hume que “no nos expresamos estrictamente ni de un modo filosófico cuando hablamos del combate entre la pasión y la razón. La razón es, y sólo debe ser, la esclava de las pasiones, y no puede pretender otro oficio que el de servirlas y obedecerlas” (Hume, 1988, o.c, 561).  


Kant es el primero que nos anima a estudiar bajo el paradigma de las leyes newtonianas el ámbito de la naturaleza inanimada, aunque advierte que no verán los siglos un “Newton de la brizna de hierba”, es decir alguien que pueda explicar la biología sin el fin teleológico de la naturaleza o una causa eficiente que dé sentido a su existencia. De ahí deducimos que no se esperaba que pudiéramos llegar a una naturalización radical de la naturaleza humana y pudiera pasar lo que ha ocurrido. 


Aunque los defensores actuales de la naturalización no tienen en mente el modelo mecanicista newtoniano parece que Darwin tenía ese proyecto para la biología. Bajo el paraguas del paradigma de la naturalización darwinista estaban todas las facultades del ser humano, incluidas la razón y la moral. La realidad es que hasta ahora esta idea no surgió más que como un proyecto intelectual y de hecho una naturalización completa de la persona es ir más lejos que del darwinismo. Darwin habla del origen y de la génesis evolutiva de los seres vivos, pero no es lo mismo el ser que la génesis. El ser humano al tener una base biológica es loable que las ciencias naturales estudien e investiguen el origen del ser humano, es decir si procedemos del big bang o de la filogénesis y sus bases físicas y biológicas que hizo Darwin, pero otra cosa muy distinta es concluir que el ser humano está compuesto de sólo átomos y células y por lo tanto defender una naturalización completa de éste. 


Fue Nietzsche quién realmente propuso disolver el ser en la génesis e implicar en esa disolución la inteligencia y la moral. La moral provendrá al igual que nuestra biología de un mecanismo adaptativo, de una lucha por la vida. Y por lo tanto con él se puede decir que sí hay una naturalización del ser humano en todo su ser. 

Partiendo de este concepto es más fácil plantearse porque el ser humano puede, como manifestación de su voluntad de poder, alcanzar el superhombre nietzscheano, interviniendo en él técnicamente para mejorarlo si no hay nada que se lo impida y convirtiéndolo así en una mejor máquina de supervivencia.

 
 
 

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