Parte I: ¿Qué es el feminismo?

El feminismo nació hacia los años treinta del siglo pasado como un movimiento para llegar a un estudio más riguroso de la sexualidad, porque en la antropología más contemporánea deja de ser vista como un hecho bio-psicológico invariable y constante, tal y como se veía en su periodo clásico. En los años treinta empieza a considerarse este hecho bio-psicológico como un producto histórico.
Basándome en un texto de Jorge V. Arregui “La construcción del género y del sexo” expondré algunas posturas del primer feminismo.
Según Arregui, los primeros estudios feministas fueron de Malinowski y Margaret Mead, quienes empiezan a explicar que hay una configuración cultural de la sexualidad; es decir, es un fenómeno sociocultural. Malinowski no ignora las dimensiones biológicas o psicológicas de la sexualidad, pero centra su atención en su carácter de hecho cultural. La diferencia entre uno y otro es que, así como en Malinowski el concepto de naturaleza humana -aunque advertía la regulación cultural de la conducta- tendía más a subrayar la uniformidad del género humano; Margaret Mead enfatiza su extraordinaria plasticidad, su distinción entre sexo (hecho biológico) y género (modo en que cada sociedad organiza las diferencias entre varón y mujer) y la construcción cultural del género.
Se ve como desde el principio los primeros feministas consideran que hay sexo y género y aceptan que hay una parte biológica que es el sexo y otra más social y cultural que es el género. Aunque Mead no le llamará todavía género, sí considera que tiene un papel muy importante la influencia cultural y social a la hora de configurar la sexualidad.
Como dice Monique Wittig (filósofa y feminista de quien hablaremos más adelante en otra entrada) estas dos primeras feministas no hablan de una lucha de clases como el origen de estas categorías, sino que analizan más la influencia cultural y social a la hora de ver los caracteres, temperamentos y conductas de los hombres o de las mujeres, ver hasta qué punto lo que la sociedad esperaba de ellos les ha determinado o no. Es decir, no reivindican un feminismo de igualdad como Wittig o Simone de Beauvoir, sino que analizan las causas del feminismo de la diferencia.
Por lo tanto, se podría decir que los primeros feministas querían analizar de qué manera la sociedad y la cultura influyen en la configuración de la masculinidad y la feminidad. Asimismo, posteriormente surge un denominado feminismo de la diferencia con el objetivo de detectar qué presiones hay en el ambiente, qué factores han influido o siguen haciéndolo, qué injusticias y qué desigualdades se propugnan por haber un planteamiento erróneo en la estructura de las relaciones sociales. En este feminismo de la diferencia tenemos a Victoria Sendón de León, Levi-Strauss, Zygmunt Bauman y a Karol Wojtyla entre otros. Algunos de ellos no se consideran expertos en el feminismo como tal, pero tienen textos en los que escriben defendiendo un feminismo de la diferencia.
Como bien lo manifiesta Sendón de León lo contrario a la igualdad es la desigualdad, pero no la diferencia. Ellos pelearán por las desigualdades que sigue habiendo en nuestra cultura y realidad social, económica y política, pero no requerirán para ello eliminar la diferencia sino, todo lo contrario, resaltar el valor de la mujer y su aportación insustituible a la sociedad.
Por otro lado, está el feminismo de la igualdad que es el que predica Wittig y Simone de Beauvoir entre otros. En el que consideran que la mujer es una clase que tiene su origen en la oposición del hombre, en sí no existe sino sólo en relación y en conflicto con él. Así que la solución para que no haya este conflicto es eliminar el sexo masculino, de tal modo que si no hay un sexo masculino tampoco habrá el femenino. Creen en una sociedad andrógina; es decir, una sociedad constituida por individuos que a simple vista, resulta difícil de determinar si son hombres o mujeres. Para poder entender bien la postura de este feminismo y cómo nació, es imprescindible asomarse a la teoría simbólica e historicista en la que se encuentran sus presupuestos. Actualmente es el feminismo que está más en auge y es el que abandera la ideología política de muchos países. La lucha política que propone Wittig es la que actualmente está habiendo.
La teoría simbólica e historicista son los que lideran la antropología cultural y social francesa, lideran la idea de una división muy fuerte entre lo natural y lo cultural y que nuestra identidad sexual está totalmente desligada del aporte natural, del sexo. Tanto la perspectiva simbólica del feminismo que la constituyen Ortner y Whitehead como la perspectiva historicista dirigida por Laqueur defienden el feminismo de la igualdad. Intentan fundamentar que tanto la categoría de sexo como de género es histórica. Laqueur dirá que en la cultura griega había solo un sexo porque todo era cultura y el modelo ilustrado fue el que marcó la diferencia entre sexos. En la época moderna hay un cambio de paradigma: la biología es la ciencia por excelencia y con Descartes se divide la res extensa del res cogitans. Todo lo vuelve mecanicista, el método científico hace que divida lo biológico de lo cultural y hay una prioridad epistemológica y ontológica de lo biológico sobre lo cultural de forma que lo biológico marca ciertos parámetros o roles o estereotipos. Para Laqueur aunque se describieran anatómicamente perfectos los cuerpos de la mujer o del hombre seguiría siendo una construcción cultural como lo era el unimodelo de cuerpo canónico. Solo nos centramos en el estudio de la res extensa y estudiándola culturalmente decimos que esta res extensa es distinta a esta otra, que se diferencia el hombre y la mujer, vemos las diferencias sexuales, uno da a luz y el otro no y así se elabora la diferencia, pero la diferencia es lo opuesto. Ya en Laqueur vemos como utiliza la palabra dominación, y dirá que siempre que hay diferencias hay dominación. De ahí parte este término que más tarde será defendido por Beauvoir.
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