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La confianza: una apuesta por la humanidad

Foto del escritor: Sapere AudeSapere Aude

Actualizado: 9 oct 2023


El concepto de confianza es un concepto activo intangible, nunca podrá ser susceptible de observación y experimentación, al modo como proyectan sus investigaciones las ciencias de la naturaleza. Tampoco es bueno que las ciencias humanas y sociales dependan de la metodología heredada de las ciencias de la naturaleza ya que no se puede hablar de personas como si fueran cosas.


El control sin confianza no es eficiente, ya que ¿somos dueños de la situación? Robert Spaemann contesta de forma negativa en un doble sentido. Por un lado, en el sentido cosmológico, nuestra vida está determinada por una serie de condiciones que no hemos escogido y que no dominamos nunca de modo completo y ni siquiera substancial: la edad, nuestros padres…Y por otro lado, en sentido antropológico, fuimos creados y dados a luz sin nuestra participación y dependemos de la cooperación. Somos más vulnerables que los animales. Dependemos de los demás, la autonomía entendida en clave de autarquía e independencia absolutas no es viable, económicamente es insostenible, no podemos crear ni producir nosotros solos. Necesitamos confiar en otras personas. Aunque lleguemos a ejercer tareas de gobierno en una organización jerárquica, siempre nos encontraremos con el hecho de que nunca seremos los únicos poderosos, siempre hay otros de cuya buena voluntad se depende, y la identificación de los colaboradores con los intereses de quienes gobiernan una organización nunca será absoluta.


La confianza, dado el contexto de interdependencia al que estamos llamados, es por principio inevitable. Querámoslo o no, mientras vivamos en el mundo, deberemos renunciar al deseo de ser dueños de la situación: tendremos que confiar en los demás. La confianza es un activo intangible que tiene dos razones causales en las que intuitivamente confiamos en alguien que esté dispuesto a hacerse vulnerable y/o en quién tiene competencia técnica y las convicciones éticas para mostrarse fiable. La competencia técnica implica el poder y la convicción ética el querer; si juntamos los dos polos “querer” y “poder” hay confianza.


Las convicciones son más importantes que la competencia técnica. Esto significa romper con el paradigma tecnocrático porque quién quiera actuar éticamente quiere injertar esa ética en su trabajo e intentará trabajar bien. La confianza presupone una relación bilateral que viene motivada por la necesidad de una de las partes de “abandonarse” a la otra, dando así un primer paso que contribuirá a generar ulteriores vínculos partiendo de la vulnerabilidad y la dependencia. Supone un modo de “hacerse vulnerable”, alejarse del paradigma de la certeza, heredero del cientificismo imperante, que toma a la autonomía como modelo y referencia última de todo discurso.


La confianza no es un invento artificial, es de lo más natural. De hecho, los psicólogos hablan de “una confianza originaria” de la mujer y del hombre, sin la cual no es posible una vida sana, y que se basa en la confianza del niño pequeño en su madre. Lo que podemos aprender no es la confianza sino la desconfianza. Con nuestras experiencias aprendemos a desconfiar. La confianza remite a la verdad, pues como afirma Spaemann “mentir a alguien que de todos modos no nos cree es más fácil que mentir a alguien que se fía de nosotros”. Si confían en mí eso es un incentivo para que yo intente corresponder. El que confía en mí se hace vulnerable porque yo le puedo traicionar.


La confianza sólo se predica de personas que se desenvuelven en un marco de libertad. Pero ¿cómo surge la confianza entre personas? No hay regla general para ello pues depende de la persona en la cual otro despierta confianza, de los méritos que acredita la mencionada persona, del comportamiento excelente de sujetos individuales que, ante cualquier cambio o contingencia en el plano personal o corporativo, han acabado por convertir en hábito el hecho de anteponer los intereses de los demás a los suyos propios.

Si confiamos en un profesional es porque creemos en su creencia, en que sólo nos expone a aquellos aparatos de cuya eficacia y fiabilidad está convencido y a los que acudiría si estuviera en nuestra situación. Confiamos en que un profesional no esté condicionado principalmente por criterios económicos, no sea negligente o mal informado y al aplicar tales aparatos no siga meramente unas modas, sin previas comprobaciones.


Llevar la instrumentalidad a todas las relaciones interpersonales no lleva a confianza, los que se aprovechan de las situaciones no generan confianza. Hay gente que piensa que por gritar más, más razón tienen y eso no es confianza. Es muy peligrosa la ética utilitarista que no valora las acciones, sino que sólo valora las consecuencias y sacraliza cualquier avance tecnológico, aunque sea inhumano. Confiar sana y en cambio, la soledad, para evitar ser engañado, no es el mejor activo formativo, no nos ayuda a auto poseernos más, más bien nos produce más carencias.


En conclusión, la confianza se encuentra en la base de todo proyecto interpersonal y corporativo, llegamos más lejos tanto en el plano personal como institucional, profesional etc. Cuando tenemos de base la confianza, se puede presuponer el logro de la excelencia, ausente en una relación obligada, o autoritaria. La confianza implica más libertad, la asunción voluntaria de responsabilidades, favorece la motivación intrínseca de la gente y propicia el logro de objetivos estratégicos de cualquier organización. Es un fenómeno de carácter intangible, que implica riesgos, madurez para aceptar una derrota y la disposición a no pagar cualquier precio por algo. El que confía es el que está dispuesto a aceptar el fracaso, está dispuesto a mucho pero no a todo.


Por lo tanto, vista en todas sus dimensiones, la disponibilidad a la confianza es rentable. Pero incluye la disponibilidad a aceptar un desengaño. Hay que estar dispuesto a ser valiente y a arriesgar y apostar por la humanidad. Recordemos la sabia y célebre frase de La Rochefoucauld: “Es más honroso ser defraudado por los amigos que desconfiar de ellos”.


 
 
 

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