
La idea principal para comentar hoy es que el hombre es un ser racional que es consciente de su trascendencia y se siente remitido a ella. En definitiva, siente una necesidad de Dios por su naturaleza.
Esta realidad se manifiesta explícitamente en muchas manifestaciones y acciones del hombre como es el arte, el pensamiento y la religión. El hombre en sus acciones se manifiesta de modo integral con toda su persona, por eso en todo lo que hace, piensa y crea se trasluce esta dimensión espiritual que es innegable. Por lo tanto, podemos decir que el hombre cuando niega esta dimensión espiritual cae en un reduccionismo.
Hay dos posturas en la negación de esta dimensión, está la postura de aquellos que racionalizan a Dios, como el deísmo. El deísmo surgió en la Ilustración, frente a la religión tradicional, y defendieron la llamada “religión natural”. El deísmo acepta la existencia de Dios como un ordenador del universo, una especie de relojero que ha construido y dado cuerda a ese reloj maravilloso que llamamos universo, pero sin ninguna implicación humana, sin valorar su realidad, es decir, no se niega a Dios, pero no hay ninguna relación con Él. Es una postura que pronto se convierte en materialista, se preocupa por conseguir la felicidad, y no la salvación.
Y la otra postura es la propia de los monistas materialistas, como Marx, Nietzsche y Freud que niegan la dimensión espiritual del hombre y lo reducen a pura biología. Si reducimos al hombre a pura biología no habrá diferencia entre el hombre y el resto de los seres vivos y las consecuencias que se derivan de esta tesis son nefastas para el hombre. Ya hay algunos científicos que predican la eliminación de los hombres para salvar especies. Las formas más radicales de la ecología hablan de que la tierra no es capaz de soportar a los 50 millones de humanos. Defienden que si fuéramos responsables tendríamos que eliminar el 90% de los humanos. La eliminación de los hombres es banal, para ellos es como la eliminación de animales más desarrollados, somos animales sin nada peculiar.
Si eliminas a Dios eliminas la espiritualidad del hombre y si eliminas a ésta no hay nada que nos diferencie del animal. En esta postura también nos encontramos a los que defienden el humanismo ateo como el propio Feverbach en su obra “Esencia del cristianismo”. Los filósofos que defienden el humanismo ateo niegan a Dios para afirmar al hombre. Pero al negar a Dios es muy difícil que den una explicación coherente de algunas potencias espirituales del hombre como puede ser la libertad. Lo vemos en el caso de Sartre que defiende que “el hombre es causa absoluta de sí mismo”, no hay nadie que le limite la libertad, pero si no se tiene un sentido en la vida es muy difícil saber a dónde ir y encontrar una plenitud de vida según la naturaleza del hombre. De hecho, a él mismo se le escapa la expresión “estamos condenados a ser libres”, ve la libertad como una condena, se da cuenta que tiene que elegir, pero como no tiene ningún motivo por el que elegir una cosa u otra le sale esta expresión que refleja una visión excesivamente pesimista de lo que es el hombre. Con el humanismo ateo se quiso afirmar al hombre, pero a lo que se llega es a negarlo como nunca jamás se ha hecho. No es difícil ver la conexión de las ideas de Feverbach y después de Nietzsche con buena parte de las consecuencias nefastas contra el hombre en el siglo XX en sus dos dictaduras extremas. El origen de las dos es ateo, en las dos se niega como nunca al verdadero hombre, al hombre individual; de hecho, se ha llegado a la muerte física del hombre. En el libro rojo del comunismo se habla de 100 millones de muertos a cargo del comunismo.
Para llegar a la demostración de la existencia de Dios nos podemos servir de muchos argumentos o razonamientos, uno de ellos es la vía antropológica. Considerando que el hombre tiene la facultad de trascender y de vivir la alteridad se puede demostrar que Dios existe porque lo más propio del hombre nos hace intuir que Dios es el que da una explicación a esa naturaleza humana tan superior a la animal.
Teniendo en cuenta su alteridad, el ser humano es el único que es capaz de, al tiempo, ser centro de su mundo, es decir, movido por su necesidad e interés y excéntrico al mundo, el ser humano tiene la capacidad de distanciarse, relativizarse o cuestionarse a sí mismo, de comportarse con altruismo o generosidad, superando los instintos por los que se mueven el resto de los seres vivos y pensar en los demás antes que en sí mismo. Los hombres por tener libertad e inteligencia somos capaces de marcarnos metas y decidir qué queremos hacer con nuestra vida. El hombre es dueño de sí mismo.
Sin embargo, cuando intentamos definir al ser humano no podemos limitarnos a lo que nuestra mente puede demostrar, a partir de principios indudables como quería hacer Descartes en el siglo XVII. El hombre no es un ser matemático, fruto de teoremas, sino que hay algo más que la mente, lo que Pascal denomina “corazón” y dirá en su famosa frase “el corazón tiene razones que la razón no comprende”, somos más que nuestra capacidad de razonar.
En definitiva, el hombre tiene a mano distintos saberes como es el arte, la ciencia, la religión, la antropología, la metafísica que le pueden respaldar para hallar una posible respuesta de quién es el hombre y de la posible existencia de Dios como su Creador. Ninguna de estos saberes y ciencias puede darnos una respuesta definitiva, a veces nos sugieren más preguntas que respuestas, pero el hombre vislumbra la necesidad de una divinidad que dé una explicación a su vida.
Por la vía hermenéutica el hombre se da cuenta de que necesita a Dios porque tiene experiencia de su propia finitud y a la vez le excede el don de la libertad. Le impone la capacidad de tomar decisiones y fracasar, experimenta el límite de la libertad cuando en su vida hay dolor, sufrimiento o error entre otros y, además, vive con el límite de vivir en un contexto determinado que no le deja colmar las expectativas de infinitud que percibe en su interior. Por eso el hombre anhela una instancia que dé sentido a su vida, anhela creer en algo trascendente que dé firmeza a su vida, a sus relaciones personales y a sus decisiones.
Me parece que todos los hombres llegamos a la pregunta existencial de ¿Quién es el hombre? ¿Quién soy yo? En el fondo nos estamos preguntando por la pregunta ¿Quién me ha creado? ¿A dónde voy? ¿Cuál es el sentido de mi vida? Me parece una suerte poder contar con la filosofía para poder encontrar las respuestas más importantes de la vida de una persona. La filosofía está al servicio del hombre y de su felicidad. Es la que nos ayuda a profundizar en el ser humano, en su naturaleza para poder encontrar explicaciones cada vez más sólidas para dar una respuesta a este misterio que es el hombre y acercarnos a la verdad de nosotros mismos.
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