
Me gustaría comentar algunas ideas para reflexionar sobre el “Diálogo de Gorgias” escrito por Platón, entre los años 427 y 405 a.C
Este diálogo tan plausible, está lleno de consideraciones éticas y filosóficas, además de hacer un estudio exhaustivo de la retórica cultivada por los intelectuales de esa época denominados sofistas, profesionales remunerados que se encargaban de enseñar técnicas que hacían posible el éxito en las asambleas y en los tribunales, más allá de lo que era justo e injusto. Eran mercaderes de la enseñanza para Platón.
Frente a este modo de proceder relativista y pragmático de los sofistas, reaccionó Platón en el S. V a. de C. Una buena muestra la encontramos en “Diálogo de Gorgias”, considerado como el diálogo más contemporáneo de Platón.
En el diálogo hay cinco interlocutores, pero son cuatro los que intervienen, tres alineados entre sí y uno que no, que es Sócrates, quien plantea objeciones. En esta “Parte I” comentaré algunas ideas de la conversación entre Sócrates y Gorgias.
En Gorgias se puede ver a un sofista muy seguro de sí mismo, se reconoce como maestro de retórica y se ufana de ello, es capaz de perfilar los discursos más largos y más breves imaginables y de dirigirse a múltiples auditorios. Tiene poderío verbal y cierta arrogancia; lo que quiere es influir y conseguir réditos de esta conversación.
Sócrates, en toda la conversación que mantiene con él, le sigue el juego para ir llevándole hacia lo que él quiere. Echa mano de las técnicas retóricas como la adulación, pero el fin de este es claramente ético, no tan pragmático como el de los sofistas. Para Sócrates es muy importante llegar a la verdad cuando los demás se conforman con lo verosímil.
Como mencionaba con anterioridad, a los sofistas no les importaba el conocimiento de la verdad sino ganar en los juicios frente a los tribunales y tener éxito en sus discursos en las asambleas políticas. Lo importante no es la verdad sino la apariencia de verdad, la verosimilitud.
Actualmente, en una época en la que estamos inmersos en la posverdad y en un ambiente pragmático, vemos cómo lo que importa es que las cosas nos vayan bien, que vivamos cómodamente y no reflexionemos tanto por el efecto intransitivo de nuestras acciones. La consideración ética de nuestras acciones no es algo a lo que recurrimos de forma habitual, sino más bien a la productividad y la eficiencia de éstas. En las conversaciones lo que importa es la apariencia de verdad, no tanto ser buenos como aparentarlo; de hecho, se miente repetidamente con tal de que no salga perjudicada nuestra imagen. Lo fundamental es asegurarse de que lo que uno haga no tenga un perjuicio social y profesional y no le influya en su detrimento.
Lo verosímil tendría que ser el arranque y la verdad el término, pero la mayor parte de las veces, la verdad no llega y nos conformamos con lo verosímil.
Lo verosímil se presta a buscar atajos para alcanzar la verdad, dominarla y reivindicarla delante de los demás. Lo verdadero ha quedado eclipsado por lo verosímil y asume todo el protagonismo.
En el diálogo entre Gorgias y Sócrates, este le pregunta a Gorgias “cuál es ese bien del que es el mayor para los hombres y del que tú eres artífice”, por lo que Gorgias contesta que “el que, en realidad, es el mayor bien; y les procura la libertad y, a la vez permite a cada uno dominar a los demás en su propia ciudad” y más adelante aclara “ser capaz de persuadir, por medio de la palabra, a los jueces en el tribunal, a los consejeros en el Consejo, al pueblo en la Asamblea y en toda otra reunión en que se trate de asuntos públicos” (452 d-e).
Con estas frases Gorgias se delata y afirma cuál es el primer objetivo del uso de la retórica: el procurarnos la libertad como fruto del dominio de las demás en política, en la participación en asuntos públicos, en los foros y en la propia vida cotidiana. También dice Gorgias más adelante que la retórica “tiene bajo su dominio la potencia de todas las artes” (456 a -457 c).
Gorgias representa el malentendido concepto de libertad que se tiene ahora; pensamos que la libertad es dominar a los demás para salirnos con la nuestra, nos creemos con derecho a aprovecharnos de ellos, a sacar réditos egoístas e interesados de nuestras relaciones y a valorar las amistades en clave de interés personal y utilidad.
Hablar bien nos puede dar mucha libertad porque es un medio para crecer personal, humana e intelectualmente, pero una libertad que nos hace mejor persona no es lo mismo que una libertad para ganar siempre, independientemente de lo que sea justo e injusto en sí mismo. Cualquier causa no es defendible, aunque saque alguna ventaja de ese litigio.
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